Por Fiona González
La política en México “es el arte de mentir, robar, engañar, dar atole con el dedo”, los politicos en mí México querido, son definitivamente una materia para analizar y es que mire Usted, podemos ver políticos vigentes, de los 80 y 90, que tienen una historia larga, que incluyen carpetas de investigación, por fraudes, robos, algunos por violación, secuestro; y en mi México eso no importa, salen en las boletas electorales y pum, en las urnas salen electos y si no son elegidos por el pueblo, el pariente, compadre, el cuatacho elegido, le da un premio con una secretaría o incluso lo hacen embajador, digno representante de México.
Definitivamente para ser un político, aplaudido, amado y bendecido el primer requisito, es saberle al teje y maneje, de la malandriniada; obvio a grande escala.
Pero entre malandros hay niveles, malandros inteligentes y malandros pendejos, los últimos siete años de gobierno federal, nos gobiernan malandros pendejos.
Y mire usted ¿por qué son pendejos?
Gobiernan dizque para el pueblo, pero primero lo apalean, como vil perro cuando se arrima a la carnicería, después le dan un huesito, cuando ya el perro agarró confianza zaz, le dan otra tanda de apaleadas, pero el perro no escarmienta y esto se repite, hasta que el perro muere de tantas apaleadas; pero los malandros no entienden que hay un riesgo que el perro deje de ladrar y se convierta en tigre y termine por comerse al que por años le ha dado su tanda de apaleadas.
¿Ve como si son pendejos? si comen visten, en pocas palabras “maman” del pueblo, y “maman harto”, residencias, yates, vacaciones en Japón, muchachas jóvenes, bonitas que pueden comprar con lo que joden.
Ante eso, deberian de tratar al pueblo como reyes, ¡pero no!, le muerden la mano que les da de comer o de “tragar”, pero sigo pensando que son pendejos. Porque un día el perro se cansó de tantas apaleadas y dejó de ladrar, se enseñó a rugir y corren el riesgo que el nuevo perro convertido en tigre mastique, escupa al político de hoy.
Comérselo no sería posible por aquello de la indigestión, cuando comes podrido.
Ocho días del suceso y la ola se a convertido en una avalancha de nieve que agarra fuerza, crece y crece, hoy no es pueblo es una jauría, que se revela y está harta de recibir sólo golpes, si México realmente despierta, los malandros terminaran por hincarse y ser desterrados, pero eso solo lo decide la manada.
