Chiapas, campeón nacional de las casas millonarias.
Por: José Antonio Sánchez
Chiapas vuelve a colocarse en el primer lugar del ranking que nadie presume, pero muchos encabezan, y ese es; el de las casas millonarias inexplicables.
Recordemos que hace años fue la célebre Casa Blanca durante la administración 2012–2018. Aquella joya inmobiliaria que, ante los nervios de la oposición de entonces, tuvo que ser “bombardeada” mediáticamente con explicaciones apresuradas sobre el origen de los recursos. Poco después, como suele ocurrir en este país, el escándalo pasó a los archivos del olvido selectivo.
Luego apareció la Casa Gris. Y como buenos gatos “o canes fieles” quienes pregonaban austeridad republicana, honradez a prueba de todo y pobreza franciscana, hicieron hasta lo imposible por minimizarla. Restarle importancia, normalizarla, justificarla. Ya saben: “no es para tanto” y si es del JR, pues hay que respetar.
Pero “tres Doritos después” surge otra propiedad, ahora vinculada al “amigo del pueblo” (¿?) Gerardo Fernández Noroña. Y cuando parecía que el espectáculo inmobiliario había tocado techo, Chiapas romper récord y con mucha ventaja millonaria.
Hoy, sin lugar a dudas, el primer lugar absoluto se lo lleva la senadora chiapaneca Sasil Dora Luz de León Villard, con un modesto “jacalito” valuado en aproximadamente 330 millones de pesos. Nada ostentoso, apenas lo indispensable para alguien que presume cercanía con el pueblo.
Y aquí es donde surge la pregunta que cualquier persona mínimamente pensante se hace: ¿De dónde salió el dinero para una propiedad de ese calibre? ¿Con qué ingresos? ¿Con qué ahorros? ¿Fue una rifa milagrosa? ¿Una tanda intergaláctica? ¿Un generoso pariente multimillonario que cayó del cielo? Porque no todo lo que se ve, es para dejarlo en su curso y si en su tiempo para todo se pedía explicación, es lo único que hoy se pide humildemente.
Porque, seamos serios: con ingresos oficiales que rondan lo que gana cualquier servidor público “según el discurso”, la matemática simplemente no cuadra.
Ojalá que quienes se llenaron la boca hablando de austeridad, legalidad e incorruptibilidad; quienes hoy se golpean el pecho como si fueran ejemplo moral del país, quieran o se atrevan a promover una auditoría real, transparente y sin simulaciones. No para linchar, dicen ellos, sino para despejar dudas y así la fiesta pueda continuar en el mismo tenor.
Aunque, claro, en la política mexicana las dudas casi nunca se despejan… solo se heredan.
¡Ya basta!
