Categoría: Artículos

Viena, 1942. Viktor Frankl tenía 37 años, era un psiquiatra respetado, con una práctica en crecimiento, un manuscrito casi terminado y una esposa llamada Tilly. En sus manos tenía una visa para irse y vivir en América, aprovechando nuevas oportunidades. Pero sus padres, ya mayores, no podían acompañarlo, y por ende, él no quiso dejarlos atrás quedándose con ellos y esperando lo peor.

Meses después, los nazis vinieron por todos. Primero Theresienstadt, luego Auschwitz y más tarde Dachau. Cuando atraparon a Viktor, el manuscrito que había pasado años escribiendo, cosido cuidadosamente en el forro de su abrigo, fue arrancado horas después de su llegada. Era el trabajo de toda su vida. Todo le fue arrebatado, hasta el nombre, en los registros quedó solo un número, el 119104.

Pero había algo que los guardias no podían quitarle, y era lo que sabía. Frankl había observado que los prisioneros no morían solo de hambre o enfermedad. Morían cuando se rendían. Los médicos lo llamaban “renunciar-itis”, el momento en que alguien perdía su razón para vivir y su cuerpo se apagaba en pocos días.

Los que sobrevivían no eran los más fuertes físicamente, sino los que tenían un porqué, un hijo que encontrar, una esposa que abrazar, un libro que escribir o una promesa que cumplir.

A partir de esto, Frankl comenzó un experimento, no en un laboratorio, sino en los barracones. Se acercaba a los hombres al borde de la desesperación y les susurraba: ¿Quién te espera? ¿Qué trabajo dejaste sin terminar? ¿Qué le dirías a tu hijo sobre sobrevivir a esto?

No podía darles comida ni libertad, pero les daba algo más poderoso, una razón para ver el mañana. Tiempo después, un hombre recordó a su hija y sobrevivió para encontrarla. Otro recordó un problema científico y sobrevivió para resolverlo. El propio Frankl sobrevivió reconstruyendo mentalmente su manuscrito perdido, página por página, en la oscuridad.

Abril de 1945, luego de la liberación, Frankl pesaba apenas 85 libras y sus costillas se marcaban bajo la piel. Su familia por la cual se quedó, no había sobrevivid, dejándolo con todas las razones para rendirse. Pero eligió escribir.

En nueve días recreó su manuscrito, pero esta vez no era teoría, ya era una prueba. Había visto que el sentido podía sostener la vida incluso en el infierno y lo llamó logoterapia: terapia a través del significado.

En 1946 publicó su libro. Al principio, los editores lo rechazaron, pero poco a poco, el mundo empezó a leerlo.

Prisioneros encontraron esperanza, terapeutas lloraron, personas enfrentando divorcios, enfermedades, depresiones descubrieron que su sufrimiento podía tener un propósito. El libro fue traducido a más de 50 idiomas, vendió más de 16 millones de copias y la Biblioteca del Congreso lo nombró uno de los diez más influyentes de América.

Frankl demostró que incluso cuando todo es arrebatado, queda una última libertad y es elegir la actitud frente a lo que nos ocurre.

Basado en archivos del Instituto Viktor Frankl de Viena. Este contenido es informativo, histórico y educativo.

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Por Fiona González

La historia se escribe y queda para generaciones futuras, hoy tengo un poco de esperanza en mí pueblo, antes del primero de noviembre y el México de hoy.

Miles de ciudadanos marchan hoy, algunos indignados por lo acontecido hace días.
Pero la realidad es que la muerte de Carlos Manzo, solo fue un “parteaguas” donde la sociedad refleja el hartazgo, indignación, dolor, miedo de seguir viviendo en el México actual, no hablemos de Michoacan, hoy el CO a contaminado todo el país, pueblos completos han tenido que emigrar de su lugar de origen, miles de madres lloran a sus hijas, hijos desaparecidos, los últimos años las fosas clandestinas se encuentran como pan caliente, campos de exterminio “asemejando” la Europa en tiempos de Hitler.

Hoy miles de personas salen todos con la misma bandera, PAZ Y JUSTICIA PARA MÉXICO, hoy no se pide lo que como ciudadano es tu derecho: se exige vivir en un país, donde puedas caminar por la calle, sin miedo de ser levantado o acribillado por quedar entre dos fuegos, se exige al gobierno que haga su trabajo, se exige que combata ese cáncer que tanto daño hace a México, se exige paz, tranquilidad y justicia.

Hoy no tengo interés en recordar como se vivía ayer, hoy tengo interés en como van a vivir mis nietos mañana.

Ver a los miles de ciudadanos levantando la voz, todos unidos hace que mi piel vibre y por primera vez tengo esperanzas que hoy la revolución de conciencias, sea más fuerte y el ¡ruuuuuuugido del tigre! se escuche en todos los continentes, que se escuche lo que vive México y que se entere el mundo que México despertó.

Espero no se apague el clamor y de inicio a un verdadero cambio, después de la tempestad viene la calma.

MÉXICO MERECE PAZ.

“SI NO HAY JUSTICIA PARA EL PUEBLO, QUE NO HAYA PAZ PARA EL GOBIERNO”.

“SI NO HAY UN PUEBLO SEGURO Y LIBRE DE VIOLENCIA, QUE EL GOBIERNO NO TENGA TRANQUILIDAD”.

Ella vio arder vivas a 146 mujeres porque los dueños de la fábrica habían cerrado las salidas.

Doce años después, se convirtió en la mujer más poderosa de Estados Unidos.

De niña, Frances Perkins no entendía por qué la gente buena vivía en la pobreza.

Su padre decía que los pobres eran perezosos o débiles.

Frances, incluso entonces, sabía que no era verdad.

En la universidad de Mount Holyoke estudió física — una elección segura, respetable, apropiada para una joven.

Hasta el día en que una excursión escolar lo cambió todo.

Su profesora llevó a las alumnas a visitar fábricas a orillas del río Connecticut.

Frances vio a muchachas más jóvenes que ella, exhaustas, inclinadas sobre máquinas en salas sin ventanas, sin ventilación, sin salidas.

Jornadas de 12 horas. Seis días a la semana.

Dedos arrancados por las máquinas.

Pulmones destruidos por el polvo del algodón.

Comprendió que el conocimiento no significaba nada si no servía para proteger la dignidad humana.

Abandonó el camino “seguro”: casarse con un hombre respetable, dar clases de piano a los hijos de los ricos.

En su lugar, obtuvo un máster en economía y sociología en Columbia, escribiendo su tesis sobre la malnutrición en Hell’s Kitchen.

Su familia se horrorizó. Las “chicas bien” no estudiaban la pobreza. Y desde luego no vivían en hogares comunitarios con inmigrantes.

A Frances no le importaba lo que hicieran las “chicas bien”.

En 1910 se convirtió en secretaria ejecutiva de la New York Consumers League, investigando fábricas, documentando violaciones, impulsando reformas: panaderías limpias, salidas de emergencia, límite de horas de trabajo.

Testificaba ante comisiones legislativas: una mujer joven, en traje, explicando a hombres poderosos que sus fábricas estaban matando gente.

La odiaban. Ella siguió adelante.

Entonces llegó el 25 de marzo de 1911.

Frances tomaba el té en Washington Square cuando oyó las sirenas.

Siguió el humo hasta la fábrica Triangle Shirtwaist — diez pisos de fuego y gritos.

Se quedó allí, impotente, viendo a jóvenes lanzarse desde el noveno piso porque las puertas estaban cerradas para evitar “robos” y “pausas no autorizadas”.

Sus cuerpos golpeaban el suelo como truenos. Una y otra vez.

Murieron 146 trabajadoras.

La mayoría eran inmigrantes, algunas adolescentes — algunas de apenas 14 años.

Fabricaban blusas que las mujeres ricas usaban para mostrar su modernidad y su independencia.

Frances las vio arder para que otras mujeres pudieran parecer progresistas.

Se hizo una promesa: sus muertes no serían en vano.

Semanas después, Frances fue nombrada en la comisión investigadora del incendio.

No se conformó con un informe.

Reescribió las leyes laborales del estado de Nueva York.

Salidas de emergencia — desbloqueadas, accesibles, claramente señalizadas.

Límites de ocupación.

Sistemas de rociadores.

Inspecciones regulares de seguridad.

Semana máxima de 54 horas.

Un día de descanso semanal.

Los industriales lucharon contra cada disposición.

Hablaban de “exceso de gobierno”, de “catástrofe para los negocios”, de obreros “que quieren algo sin trabajar”.

Frances respondió con fotos de las víctimas. Con testimonios. Con datos económicos que mostraban que los lugares seguros eran más productivos.

Las leyes fueron aprobadas.

Otros estados siguieron el ejemplo.

En una década, los lugares de trabajo estadounidenses cambiaron — no perfectamente, pero sí de manera irreversible.

Y Frances Perkins se convirtió en la mujer más odiada por la industria americana.

La llamaron comunista.

Los periódicos se burlaban de ella, una “solterona” entrometiéndose en los asuntos de los hombres.

(Se casó tarde con un economista que sufría trastornos mentales — un secreto que guardó para protegerlo del internamiento).

Soportó el odio y continuó.

En 1933, Franklin D. Roosevelt, recién elegido y frente a la Gran Depresión, le ofreció el cargo de Secretaria de Trabajo.

Tenía 53 años.

Ninguna mujer había formado parte de un gabinete presidencial.

La idea escandalizaba, parecía incluso anticonstitucional.

Frances aceptó — pero puso sus condiciones.

Le entregó a Roosevelt una lista:

Semana laboral de 40 horas

Salario mínimo

Abolición del trabajo infantil

Seguro de desempleo

Jubilación para las personas mayores

Roosevelt dijo: “Sabes que eso es imposible.”

Ella respondió: “Entonces busque a otra persona.”

Y aun así, él la nombró.

Durante doce años — más que cualquier otro secretario de Trabajo — Frances Perkins luchó por esos objetivos “imposibles”.

Y logró la mayoría de ellos.

Fair Labor Standards Act (1938): semana de 40 horas, salario mínimo, restricciones al trabajo infantil.

Social Security Act (1935): jubilación, desempleo, ayuda a las familias.

Las leyes excluían entonces a los trabajadores agrícolas y domésticos — un compromiso que ella detestaba pero tuvo que aceptar, lo que privó sobre todo a trabajadores negros de esos beneficios, una injusticia corregida mucho más tarde.

Pero millones de trabajadores obtuvieron protecciones sin precedentes.

Frances nunca se dio por satisfecha.

Luchó por el seguro médico universal (fracaso), por la ampliación de los derechos (parcial).

Enfrentó a cada político que intentó debilitar las protecciones.

La llamaron autoritaria, difícil, poco femenina.

Siempre vestía el mismo traje negro y el mismo sombrero tricorne — para decir:

No estoy aquí para adornar. Estoy aquí para trabajar.

A la muerte de Roosevelt en 1945, renunció.

Doce años de servicio — un récord absoluto.

Podría haber vivido rica y honrada.

En lugar de eso, enseñó en Cornell, escribiendo y dando conferencias hasta su muerte en 1965, a los 85 años.

Pocos conocen su nombre.

Pero cada vez que recibes pago por horas extras, es gracias a Frances Perkins.

Cada salida de emergencia claramente señalizada — Frances Perkins.

Cada pensión, cada subsidio de desempleo — Frances Perkins.

Cada fin de semana que disfrutas — Frances Perkins.

Ella vio morir a 146 mujeres porque el lucro valía más que la vida.

Y dedicó los siguientes 50 años a asegurar que eso no pudiera repetirse — al menos no legalmente, no sin consecuencias, no sin alguien que luchara.

No solo fue testigo de la injusticia.

Construyó la arquitectura que hizo posible la justicia.

Su padre decía que los pobres eran perezosos o débiles.

Frances demostró que la pobreza era una decisión política — y que las políticas podían cambiarse.

Fue la primera mujer en un gabinete presidencial. Pero eso no es lo que la hace importante.

Importa porque vio a mujeres arder y dijo “nunca más” — y pasó su vida cumpliendo esa promesa.

Pocos conocen su nombre.

Pero cada persona que ha cobrado horas extras, cada niño que ha ido a la escuela en lugar de la fábrica, cada anciano que ha podido jubilarse con dignidad — vive en el mundo que ella construyó.

Un incendio.

146 muertas.

50 años de lucha.

Y un país que, lentamente, imperfectamente, pero de forma irreversible, aprendió que los trabajadores son seres humanos que merecen vivir.

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Los “azulitos” (también conocidos como “pitufos”) son una popular bebida alcohólica preparada en México, famosa por su característico y vibrante color azul.

Se han vuelto una tendencia, especialmente entre los jóvenes, por su sabor dulce y su presentación llamativa, a menudo servidos en vasos grandes decorados con gomitas y chamoy.

Comúnmente se usa vodka, aunque a veces se usa tequila o ron blanco.

Con Curaçao azul, también, que le da el color distintivo y un sabor cítrico a naranja amarga.

Se puede mezclar con refresco de lima-limón (tipo Sprite o 7Up) y, a menudo, una bebida energética azul (tipo Powerade o Boost).

El vaso se suele escarchar con chamoy y polvo de mora azul (chile en polvo, también conocido como “Miguelito”), y se decora con gomitas, como tiburones o cerezas en almíbar.

Aunque su origen exacto no está del todo claro, se popularizaron en los tianguis y bares de la Ciudad de México, especialmente en barrios como Tepito, y su fama creció a través de las redes sociales como TikTok. Su nombre hace referencia al color de los personajes de dibujos animados, Los Pitufos.

Diversas autoridades de salud en México, como el ISSSTE, han emitido advertencias sobre el consumo excesivo de “azulitos”.

Un litro de esta bebida puede contener una cantidad muy elevada de calorías y azúcar, lo que puede contribuir a problemas de salud como la obesidad y la diabetes.
Combinación con bebidas energéticas: Mezclar alcohol (un depresor del sistema nervioso) con bebidas energéticas (estimulantes) puede enmascarar los efectos del alcohol, aumentando el riesgo de intoxicación y posibles problemas cardiovasculares.

Se recomienda un consumo moderado y responsable de esta bebida, o bien optar por versiones sin alcohol que sustituyen el vodka y el curaçao por agua mineral o jarabes de frutas.

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Testimonio de una ex trabajadora de Sears, que nos lo hizo llegar:

“Saludos a todos, mi nombre me lo reservo y sobre el tema de sears es muy difícil que las compañeras le puedan ganar a esta empresa corrupta y dañina para todos, ya que esconde mucho de tras.

Yo soy ex empleada y estuve solo 2 meses ya que en ese corto tiempo sufrí daño psicológico y acoso laboral por parte de una persona la cual me robo descaradamente y la empresa la defiende y digo la defiende porque sigue ahí, mi problema fue con Celene Ayala la jefa del departamento de dermocosmetica y su único problema conmigo fue que ella se llevaba la tajada mayor, las comisiones de ese departamento, pero yo llegué a vender y a comisionar y ella no se quedó quieta, también aclarar que los jefes rateros que se llevaron más del millón no es la única forma de robar y lo hacen desde la trinchera con argumentos y culpan a los demás, no es la única manera esta persona Celene Ayala es la pareja sentimental del regional Ulises García, él es el principal responsable de los robos, ya que no hace nada y los gerentes son sus títeres el mueve todo; en mi tiempo, no estaba la licenciada Isela Guerra y estaba otro títere en su lugar, yo entré a Dermocosmética y me toco lidiar con Celene la cual cuando me vio como competencia hizo hasta lo imposible por sacarme, ya que yo presencié sus robos, ella opera de otra forma, llama a familiares y amigos a hacerse pasar por clientes y los carga de productos los cuales no cobra y si al caso cobra 1 y también me tocó ver como se esconde productos en los pechos, para poder pasar la vigilancia a la hora de salida, yo tenía todas las pruebas y hable con los de seguridad y ¿saben que fue lo que hizo?, me robó mí celular para destruir las pruebas y aún con sus cámaras de vigilancia, sabiendo que ella me robó y atentó contra mí persona, no la sacaron y a mí me corrieron y no le bastó, me acosaba investigó donde vivía y hasta me demandó y yo no sabía porque podía hacer todo eso hasta que mismas compañeras de ahí me quitaron la venda y me mostraron fotografías sentimentales de ella con el Sr. Ulises García y ahora entiendo porque todas las compañeras que ella ha tenido en años, han salido mal de ahí con ella, porque la empresa la defiende, RH, seguridad, gerencia, nadie le puede hacer nada, los rateros siguen y seguirán siendo los de arriba, siempre los jefes y más si los manda ese Sr. Ulises García. Siempre vamos a perder los que trabajamos honestamente.”

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Durante años no soporté al perro de mi vecino.
Cada tarde, sin falta, en cuanto giraba con el coche hacia nuestra pequeña calle de Toledo, antes incluso de ver el río Tajo, él empezaba a ladrar. Fuerte, agudo, insistente.
Podía estar aún al principio de la calle y ya sentía cómo algo se me encogía por dentro. Ese ladrido metálico cortaba el aire como un cuchillo.

Al principio me decía: los perros ladran, es lo que hacen.
Pero con el tiempo, aquel sonido se me metió bajo la piel.
Murmuraba cada vez que lo oía: ese perro me tiene manía.
Cerraba la puerta del coche de golpe, subía más rápido la cuesta de la casa, como si pudiera escapar del ruido.
Se había vuelto algo personal, como si me retara.

Mi mujer lo veía de otra manera.
—No es malo —me dijo una noche mirando por la ventana—. Está solo. Siempre atado, haga sol o llueva. Nadie le habla.

Tenía razón. Los vecinos no eran precisamente cariñosos. La luz del patio quedaba encendida todas las noches, pero nunca salían.
El perro, un mestizo marrón con una oreja caída y ojos del color de las hojas mojadas, estaba siempre en el mismo rincón. Un cuenco rajado, una manta que apenas lo era.

A veces mi mujer le tiraba un trozo de pan por encima del muro.
—Al menos que alguien piense en él —decía.
Y cuando no podía hacerlo, me pedía que lo hiciera yo. Refunfuñaba, pero lo hacía.
El perro ladraba una vez, tal vez como agradecimiento. Yo giraba la cara para no cruzar su mirada.
Así pasaban los años: su ladrido, mis suspiros.

El tiempo siguió su curso. Su ladrido se volvió parte de nuestras vidas, como el tic tac del reloj. Al principio molesto, luego familiar.
Ladraba cuando llegaba a casa, al cartero, a los truenos, a las sombras.
Ladraba al mundo para decir: sigo aquí.
Y sin darme cuenta, me acostumbré a necesitar ese sonido.

Hasta que un día llegó el silencio.
Era el día en que traía a mi mujer del hospital.
Había estado enferma mucho tiempo.
Conduje por la calle de siempre, el Tajo a la izquierda, el Alcázar al fondo.
Apagué el motor. Nada.
—¿Lo oyes? —me preguntó.
—¿Qué?
—El perro. No ladra.

El silencio pesaba.
Me acerqué a la valla. El patio estaba vacío. La hierba alta, el cuenco seco.
Llamé a la puerta. Nadie.
Un vecino encogió los hombros: se habían mudado.
Llamé a la protectora de animales.
Me dijeron: «Si hay peligro, entra y avísanos.»

Así lo hice, con el vecino como testigo.
Y allí estaba. Entre bolsas de basura, medio escondido.
Flaco, sucio, temblando.
Las costillas marcadas, la respiración débil.
Alzó un ojo y me miró. El mismo ojo que antes me desafiaba.
Ahora solo había cansancio. Y la mirada de quien ha dejado de esperar.

Me arrodillé y lo levanté en brazos.
Era tan ligero… solo huesos y un poco de calor que me golpeó como un recuerdo.
Nadie respondió cuando llamamos. Lo metí en el coche.

Mi mujer se llevó las manos a la boca.
—Dios mío…
—Los vecinos se han ido —dije—. Lo han dejado atrás.
—Llévalo al veterinario —ordenó. No fue una petición. Asentí.

La veterinaria lo examinó, suspiró y sonrió levemente.
—Deshidratado, muy delgado… pero tiene fuerza. Quiere vivir.
Esa sonrisa abrió algo dentro de mí.

Lo trajimos a casa.
Agua tibia, un poco de comida, una manta vieja.
Le pusimos un nombre: Canela, por el brillo rojizo de su pelaje.
Los primeros días apenas se movía.
Mi mujer tarareaba suavemente, y a veces él levantaba la cabeza, como si recordara una melodía de otra vida.

Días después, al volver del trabajo, el aire olía a lluvia y tierra.
Giré por nuestra calle y lo escuché: un ladrido.
Breve, claro, inconfundible.
Reí en voz alta, sin poder evitarlo.
Lo entendí al fin.

No era ruido.
Era un bienvenido.
Canela decía: has vuelto, te veo.

Desde entonces ladra cada día —cuando corto el césped, cuando salgo, cuando regreso.
Mi mujer lo llama «su manera de querer».
Y tiene razón.

Le acaricio el cuello.
—Antes no entendía tu lenguaje —le digo.
Porque eso era: su idioma.
Ladrar significaba: sigo aquí. No me he rendido. Espero a que alguien me escuche.

Cuando desapareció su voz, algo faltaba.
Cuando volvió, la casa volvió a tener alma.

Por las noches paseo con él junto al río.
La gente se detiene:
—¿Cuántos años tiene? ¿Qué le pasó en la oreja? ¿Por qué te mira así?
Sonrío.
—Era el perro de mi vecino. Ahora es de la familia.

Antes creía que el silencio era paz.
Ahora sé que, a veces, un poco de ruido es lo más hermoso del mundo.

Cuando entro en nuestra calle y lo oigo ladrar, bajo la ventanilla.
Dejo que su voz entre como aire fresco.
Ya no es ruido.
Es lealtad. Es perdón.
Es el sonido de una segunda oportunidad.
Es el sonido del hogar.

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Por Arturo Ismael Ibarra Dávalos

En caso de un despido injustificado, no firmes nada bajo presión, solicita una explicación por escrito y no olvides que tienes 60 días naturales para actuar.

Los pasos a seguir son: asistir a un centro de conciliación laboral, para intentar llegar a un acuerdo y, si no es posible, interponer una demanda laboral ante el tribunal correspondiente.

Reúne toda la documentación posible y busca asesoría legal especializada para reclamar tus derechos, como la indemnización constitucional, prima de antigüedad, prestaciones de ley (vacaciones, prima vacacional, aguinaldo, etc.) o pedir reinstalación.

No firmes la renuncia ni ningún documento que no entiendas o que te obliguen a hacerlo. Si te presionan, busca
comunicarte con alguien de confianza o denuncia.

Pide a tu empleador que te entregue una explicación detallada y por escrito del motivo del despido.

Reúne toda la documentación que tengas, como tu contrato laboral, recibos de nómina, cartas de despido, correos electrónicos y cualquier otra evidencia que respalde tu caso.

Tienes 60 días naturales a partir de la fecha del despido para presentar una acción legal o solicitar una conciliación.

Contacta a Laborissmo para obtener orientación y representación legal.

Acude al centro de conciliación, acompañado de un abogado de Laborissmo.

Presenta una solicitud de conciliación ante el centro correspondiente (federal o local) para intentar llegar a un acuerdo con tu empleador.

Si no se logra un acuerdo en la conciliación, solicita la “Constancia de No Conciliación”. Este documento es necesario para poder demandar.

Con la constancia de no conciliación y tus pruebas, se presenta una demanda formal ante el Tribunal Laboral competente.

Con la asesoría legal adecuada, podrás reclamar los derechos que te corresponden, como la indemnización constitucional, el pago de salarios caídos o la reinstalación.

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Columna de opinión
Mtro. Arturo Ismael Ibarra Dávalos

LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS TRABAJADORES DE LA CEDH EN MICHOACÁN VULNERADOS

El presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH) de Michoacán es Josué Alfonso Mejía Pineda, quien asumió el cargo en julio de 2025. Antes de él, el presidente fue Marco Antonio Tinoco Álvarez, quien ocupó el puesto hasta agosto de 2025 y desde que llegó solo ha engañado a sus trabajadores y les ha hecho firmar convenios de terminación de la relación laboral por mutuo consentimiento, ante el Tribunal de Conciliación y Arbitraje del Estado, ninguneando sus derechos de base, de estabilidad en su empleo. Ojalá el Congreso del Estado, quien fue el que lo nombró, ponga cartas en el asunto.

LA MUERTE ARTERA DEL EDIL DE URUAPAN

Ayer Carlos Manzo, pasó de presidente “con huevos” a mártir y santo eso es algo que definitivamente le resta y mucho a morena, el asesinato de Manzo justo cuando el campo colapsa, el grito de los campesinos, la muerte de Bernardo, Manzo, y miles más que no tienen voz, señala la ineptitud de morena para gobernar, su estrategia de besos abrazos, a contaminado a México como una vil ramera, con sida y hoy todo territorio está contaminado.

El Gobernador Ramírez Bedolla fue a sus exequias y lo abuchearon, claro él sabía ya de antemano cómo le iba a ir con el recibimiento pero no pudo dejar de asistir porque también dejaría mucho que desear. Se fue a lavar las manos.

Eso se merecía, ¿cómo se le ocurre asistir al funeral? Que lo sacaran a gritos… no es posible el Mexico en el que vivimos, no sé que piensan las personas que votaron por la 4T, pero ojalá que hoy se den cuenta que se equivocaron… todo por una mensualidad es que dieron su voto y la vida de mucha gente buena … que tristeza.

Se levanta Uruapan. Trabajadores y estudiantes salen a las calles este lunes a condenar el asesinato de Carlos Manzo y a trazar su nueva ruta de organización independiente. En estos momentos se concentran en la plaza principal donde ocurrió el crimen.

#ParoNacional DEJARAN AL LIBRE PASO LAS CASETAS EN TODO PAÍS HOY LUNES.

#ComunicadoOficial
El Movimiento Agrícola Campesino MAC informa que ante la falta de claridad en el precio por tonelada de Sorgo y el apoyo insuficiente por parte del gobierno de solo 950 pesos por tonelada de maíz, han determinado convocar a todas las organizaciones y Campesinos a una #MovilizaciónNacional para tomar todas las #casetas del país y dejarlas al libre tránsito.

La convocatoria es para que a partir de las 7 de la mañana de este lunes 03 de noviembre, todas las casetas del país sean tomadas y se dejen al paso libre de todos los vehículos, tanto particulares, cómo de carga.

Esto como medida de presión hacia el gobierno para dar celeridad a los acuerdos y que presione también a los industriales del #Maíz y del #Sorgo para garantizar un precio justo a la semilla.

La Movilización como en las anteriores ocasiones se dará de manera pacífica.

El campo ha despertado y continúa más fuerte que nunca.

También aclaran que el movimiento es ajeno a intereses políticos, y las Movilizaciones y acciones que han emprendido obedecen únicamente al hartazgo, olvidó y falta de soluciones en el que el gobierno los ha tenido por varios años.

OPINIÓN DE UN EMPRESARIO

Ricardo Salinas Pliego: “Van a decir que lo lamentan. Van a decir que ya abrieron una carpeta. Van a decir que la Fiscalía va a investigar. Van a decir que presenten las pruebas. Y luego van a querer distraerlos con el cuento de que Ricardo Salinas tiene una deuda (que ellos no han querido cobrar).

Si Andy sigue impune, si Adán sigue impune, si Hernán Bermúdez no ha declarado nada, no va a pasar nada.

¿Cómo van las investigaciones de los dos colaboradores de Clara Brugada? ¿Cómo van las investigaciones del otro alcalde en Guerrero?… De eso nunca tienen datos, ahh pero preguntenles por los juicios privados de alguna de mis empresas y verán a quién más tienen en la mira..

Mañana se van a bur?$&lar de todos los mexicanos y van a decir que ya lo están investigando, se van a tomar una foto rodeados de militares y se van a ir a desayunar y a tomar café entre sonrisas y amigos… se quitaron de encima y mandaron silenciar a uno más.

¿Ustedes como Mexicanos que van a hacer?”

Si fuera muy mal pensada, dijo Alejandra Ortega, creería que están buscando un levantamiento civil. Focos de mucho malestar por todos lados, inseguridad a tope. Asesinatos de personajes públicos. Esto es insoportable ya.

EL DÍA DE LOS DIFUNTOS

El Día de Muertos es una festividad tradicional que se celebra principalmente los días 1 y 2 de noviembre, en la que se reúnen familiares y amigos para rendir homenaje y recordar a seres queridos que han fallecido. La festividad se celebra ampliamente en México, donde se desarrolló en gran medida, y en otros países de América Central y la región andina de América del Sur, principalmente del occidente de Bolivia y del sureste de Perú. En España, por su parte, se celebra en eventos culturales de inmigrantes mexicanos integrados en la sociedad española.

Ya nos veremos en otra Vuelta de la Esquina.

Impotencia, dolor y pena son la estela que dejó tras su partida: Carlos Manzo.

Por: José Antonio Sánchez

El primero de noviembre México volvió a mirar de frente a una de sus heridas más profundas “la violencia política’. Este día, el país se estremeció ante el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, un hombre que, con todos sus aciertos y errores, se colocó en la primera línea de batalla contra la delincuencia que desangra a la nación, hasta que cegaron sus sueños de ver un municipio libre de todo mal.

Desde su llegada a la presidencia municipal, Manzo supo que el camino no sería sencillo, y es que el no era un político de discurso cómodo ni de silencios convenientes; era un hombre que decidió confrontar lo que otros preferían nombrar con eufemismos, fue un hombre que enfrentó a la criminalidad caminando a la par del pueblo, sin más blindaje que la convicción, siendo siempre para algunos, valentía pura.

Sin embargo, el mayor enemigo no siempre estuvo en las calles. También residía en las oficinas alfombradas donde se supone habita la protección del Estado. La indiferencia que bajaba desde el poder ejecutivo encontró eco en la pasividad burocrática de instituciones llamadas a salvaguardar la vida pública. Porque sí, hubo alertas. Sí, hubo solicitudes de apoyo. Y sí, hubo omisiones, siendo estas últimas “las más vistas por todo México”.

En esa cadena también pesó la respuesta tibia de quienes hoy ocupan cargos estratégicos en materia de seguridad nacional, como el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, ya que al final, el alcalde quedó expuesto, protegido apenas por una tela frágil de promesas y discursos, obligado a utilizar su propia integridad como escudo en una guerra desigual, donde perdió la batalla de forma ruin y cobarde, como los que no escucharon su petición de ayuda.

El desenlace fue el que el país, tristemente, ya sospecha cada vez que un servidor público decide no agachar la cabeza “la muerte”, un final que desnuda las fallas, negligencias y prioridades trastocadas de un gobierno más preocupado por la narrativa que por la vida y en todo caso la seguridad y prevención de los mexicanos.

Solo me resta decir lo siguiente: que si tuvo que morir para que otros abran los ojos, sería una cruel simplificación, porque su familia no merecía este sacrificio, y su pueblo tampoco. Sin embargo, aquí estamos, otra vez, levantando la voz porque la sangre derramada no debería convertirse en moneda política ni en espectáculo matutino, para que alguien sin escrúpulos salga a decir que lamenta y condena tal caso.

En los próximos días, cuando el telón del show gubernamental se levante, veremos si se honra su memoria con verdad o si se recurre al guion repetido, frío, distante y carente de empatía que siempre ha caracterizado a esta administración, y es que la memoria de quien cayó defendiendo un ideal no merece ser pisoteada por palabras huecas ni por discursos diseñado para aplaudidores de ocasión, esos que por un par de monedas señalan que todo está bien.

En síntesis de estas líneas llenas de dolor, solo me resta decir que Carlos Manzo murió como vivió “de pie” y aunque para algunos su nombre será una nota más en la estadística del horror nacional, para quienes aún creen en la dignidad pública, su historia es un recordatorio de que el valor, en México, aún existe, aunque a veces lo busquen silenciar para siempre.

REFLEXION DOMINICAL DEL PADRE PISTOLAS
Domingo 02 de noviembre de 2025
TEMA: SI EL GRANO DE TRIGO NO MUERE, NO DA FRUTO.

– Ante el dolor y el sufrimiento humano Cristo nos dice un ejemplo muy claro: el oro que valoramos todos primero tiene que ser pasado por el crisol y el fuego y para explicar la necesidad de la muerte; nos pone el ejemplo del trigo, que si no muere es sepultado en la tierra no puede dar fruto y esto no deja dudas.
– El ateísmo y el materialismo tiene su origen en no considerar al ser humano en una combinación de espíritu, alma y cuerpo y en considerarlo simplemente en un ser vivo como todos los demás que hay en el mundo, que la evolución que la vida espontánea de la naturaleza y puras tarugadas sin dar una explicación sacando a Dios sin ninguna prueba y menos algo contundente que convenza al más tarugo y sin ninguna contundencia.
– No toman en cuenta la resurrección de Cristo y menos nuestra resurrección.
– San Agustín uno de los 5 genios de la humanidad, nos da también respuestas sin lugar a dudas, pregunta ¡dónde estabas hace 100 años? pues no existías ni siquiera en forma de espermatozoide y el que te creo sin nada, te puede sacar de las cenizas o del esqueleto.
– Si no creemos en la resurrección reducimos al ser humano en su muerte a la nada, a la extinción y al fracaso por no tener ni fe ni esperanza.
– Los musulmanes y los de la India creen en la reencarnación, en otros seres vivos como las vacas y por eso no tienen miedo morir, no solo prohíben la biblia y los templos católicos sino que amenazan de muerte a los que se cambian al catolicismo y el Corán decía que el que muere en la guerra resucita en su tierra, puras mentiras.
– En tiempo de las cruzadas, los cruzados invadieron Constantinopla con su emperador Constantino VIII y lo asesinaron y por eso nunca han querido los ortodoxos, cristianos regresar a la religión cristiana, católica y obedecer al papa de Roma.
– Por otro lado con la fe Cristo nos dice que en la eucaristía el que coma su carne y bebe su sangre no morirá para siempre va a resucitar ya sea para bien, si lleva una vida justa o para condenación si lleva una vida de pecado.
– El señor reinará eternamente sobre ellos los que son fieles al amor de Cristo, permanecerán a su lado porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos por lo tanto la garantía de la eternidad, es el amor a Dios y a nuestros hermanos.
– Amor es una palabra griega que significa “A” “SIN” “MOR” “MORTIS” o sea sin muerte, el que no ama pertenece en la muerte, el que odia a su hermano es una homicida y bien saben que ningún homicida tiene la vida eterna.
– Conocemos lo que es el amor en que Cristo dio su vida por nosotros, así también debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos.
– Al final todos moriremos pero antes todos seremos católicos y eso falta mucho.
– De la vida real: señora venda una vaca y le curo a su marido.
– No, porque al final me quedo sin vaca y sin marido.
– En un accidente que el señor todo madreado.
– La señora llega y le pregunta ¡Oye! ¿No le pasó nada a la camioneta?

Que Dios los bendiga.