Si algo sabe hacer muy bien la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, es hacer música, el arte de combinar los sonidos en una secuencia temporal atendiendo a las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo, o de producirlos con instrumentos musicales, a través de la Orquesta de Cámara de la Universidad Michoacaba, que dirige con buen tino desde hace veinticinco años el Mtro. Mario Rodríguez Taboada, de versátil trayectoria.
El miércoles 30 de enero, en punto de las 20:00 horas, nos dimos cita, en el Auditorio Nicolaita, del Centro Cultural Universitario, a escuchar el concierto de inicio de su temporada de conciertos de éste año, el cual culminará el 10 de abril, según destacó el propio director, por lo que cada quince días nos deleitaremos, “del conjunto de sonidos sucesivos combinados según el arte musical, que producen un efecto estético o expresivo y resultan agradables al oído”, que es uno de los conceptos de la música.
El Secretario de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la Casa de Hidalgo, Dr. Héctor Pérez Pintor, fue testigo del programa de inicio de ésta temporada de conciertos 2019, el que principió con una pieza de Samuel Barber, el adagio para cuerdas, Op. 11, la obra forma parte del Cuarteto opus 11, terminado durante una estancia en Austria en compañía de Menotti, y estrenado en Roma en 1936. El cuarteto tiene tres movimientos; el segundo de ellos es el que, en arreglo orquestal, se convertirá posteriormente en el célebre Adagio para cuerdas, la pieza más interpretada de Barber y tal vez la rúbrica del compositor estadounidense: “un lamento en clave menor capaz de suscitar en el oyente la más profunda melancolía”.
También escuchamos obra de Sebastian Bach, el concierto en la menor para violín, BMV 1041, del que fue solista en el violín, el Mtro. Julián Martínez Vázquez, de los músicos más propositivos de la escena musical mexicana, de origen purépecha, el que creció en una familia de músicos tradicionales, dando brillo a dicho concierto el cual nos proporcionó el espacio ideal para presenciar, no a las proezas virtuosísticas del solista en diálogo (a veces lucha) con la orquesta, sino a una muestra de raro equilibrio dentro de la concepción contrapuntística de la obra, a pesar de la diferencia de masas sonoras.
Y por último, en el segundo tiempo, de Mozart, la sinfonía número 29 en la menor, K. 201/186°, la que Stanley Sadie la describe como “un monumento… personal en el tono, es quizás más individual en la búsqueda de una intimidad, en el estilo de la música de cámara pero con un carácter vehemente e impulsivo”.
Así que como Ustedes se pueden dar cuenta, fue un inicio magnifico.
Laborissmo seguirá informando…