En Laborissmo abordaremos el tema de los trastornos de la personalidad, pues actualmente, existe un gran número de personas que demandan ser atendidos de forma desesperada. Se sienten solos, incomprendidos, confusos, perdidos, incompletos, abandonados y no entienden qué les ocurre. Se trata de personas especialmente vulnerables y sensibles. Es común encontrar variedades diagnósticas en torno a ellos: anorexia, bulimia, depresión, toxicomanía, ludopatía, cleptomanía, diferentes cuadros de ansiedad, trastorno bipolar, etc. Los medios de comunicación tampoco han ayudado, se han centrado en lo que vende del trastorno, en lugar de divulgar la globalidad de la sintomatología. Sale a relucir el hijo agresivo, la mujer promiscua, la persona mentirosa, que roba e insulta, y toda una serie de testimonios que dan lugar a una imagen de monstruos manipuladores que agreden, maltratan y hunden a sus familiares. Y repetidamente existe toda una serie de falsos diagnósticos por parte de los profesionales no conocedores del tema. Nos encontramos con personas mal entendidas, incomprendidas y que van de terapeuta en terapeuta confundiéndose y desesperándose cada vez más.

Los transtornos de la personalidad son un grupo de afecciones mentales en las cuales una persona tiene un patrón prolongado de comportamientos, emociones y pensamientos que es muy diferente a las expectativas de su cultura. Estos comportamientos interfieren con la capacidad de la persona para desempeñarse en las relaciones interpersonales, el trabajo y otros contextos.

Las causas de los trastornos de personalidad se desconocen. Se cree que factores genéticos y ambientales están relacionados con su desarrollo.

Los profesionales en salud mental clasifican estos trastornos en los siguientes tipos:

• Trastorno de la personalidad antisocial
• Trastorno de la personalidad por evitación
• Trastorno límite de la personalidad
• Trastorno de la personalidad dependiente
• Trastorno histriónico de la personalidad
• Trastorno narcisista de la personalidad
• Trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva
• Trastorno de la personalidad paranoica
• Trastorno esquizoide de la personalidad
• Trastorno de la personalidad esquizotípica

En este primer artículo abordaremos el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o borderline, pues es uno de los trastornos más difíciles de diagnosticar y encontrar solución por la Fluctuación en la autoimagen, estas personas suelen tener una autoimagen variable que generalmente se basa en cómo son percibidos por los demás (ante una crítica se pueden sentir malos, ineptos, no válidos y ante un piropo se pueden sentir una buena persona, etc (aunque esto se da en muchas menos ocasiones) Esta variabilidad en la autoimagen conlleva cambios de humor y pensamientos contradictorios acerca de uno mismo y de los demás.

La formación de relaciones intensas e inestables es uno de los criterios básicos para el diagnóstico del trastorno límite de la personalidad. Necesitar a los demás de forma desesperada y a la vez sentir la necesidad de evitar este contacto íntimo para evitar un mayor daño emocional. Llevan este tipo de conflicto a sus relaciones, confundiendo a los demás y, finalmente, apartándolas de sus vidas.

Tienen una necesidad desmedida de apoyo, compañía y cariño y esperan que los demás sepan lo que necesitan en todo momento incluso sin decirlo. Suelen ser muy perceptivos y captar las necesidades y puntos débiles de los demás. Sin embargo tienen dificultad para observar estas necesidades, en especial, cuando se trata de sus seres más cercanos. Esto les lleva a que para sentir apoyo utilicen métodos indirectos o por el contrario muy directos y llamativos. Esto crea gran confusión en sus allegados, que suelen percibir estas conductas como manipuladoras. La persona con trastorno límite no admite de forma consciente su necesidad por los demás e, irónicamente, incluso los aparta en los momentos que más los necesita. Este tira y afloja suele terminar en relaciones de muy corta duración con comienzos y finales intensos. La persona con trastorno límite no es consciente de que en realidad, esta forma de conseguir atención genera un malestar importante en los demás, que se suelen sentir chantajeados o presionados y que finalmente estos comportamientos son lo que les hace alejarse de ellos.

Los afectados de trastorno límite de la personalidad son funcionales y poseen múltiples habilidades que no son capaces de utilizar con éxito. Tienen capacidad para lograr lo que se proponen, pero su inestabilidad e inseguridad no les permite aprovechar su potencial y acaban practicando el autosabotaje.

Las personas con este trastorno suelen actuar de formas muy diferentes. Es muy conocida su tendencia a oscilar entre los extremos. Lo mismo ocurre con la confianza, en momentos de estrés pueden desconfiar hasta límites inimaginables, llegando a la paranoia, y en momentos en los que se encuentran bien, pueden ser extremadamente ingenuos y confiar por completo en la primera persona que se cruza en su camino. No es raro que el paciente se lleve a un desconocido a su casa o a alguien que le dice estar pasando un mal momento y no tener adónde ir, o que le facilite su dirección y llaves de casa. Esto tiene relación con su necesidad de tener amigos en los que confiar y a los que poder contar sus problemas, o dar la oportunidad que ellos no han tenido en algún momento de su vida que se han sentido abandonados. Es muy frecuente que estas personas acudan a consulta después de un nuevo desengaño, sintiéndose fatal por ser tan “idiotas” y “pensar que los demás pueden ser como yo”.

Recurren a los pensamientos mágicos con frecuencia. Es como un sentimiento de “sólo tengo que tener eso para que todo vaya bien”. Es decir, pensar que una persona, lugar, cosa, conducta o idea puede hacer que los problemas desaparezcan o hacer que la persona se sienta feliz y/o segura. La persona con trastorno límite puede pensar que lo único que necesita es a alguien que le acompañe o a alguien a quien dar todo ese cariño que tiene para dar, que sólo tiene que encontrar a la amiga de su vida o el compañero ideal. La persona mágica puede ser una persona conocida, alguien con quien conecta en un momento de buen rollo, una persona que se encuentra en la calle desvalida o alguien que le echa una mano. Cualquier persona, cosa o situación adquiere un supuesto poder que es capaz de controlar su malestar.

Padecen sentimientos de ser defectuosos, inútiles, dependientes, tienen la certeza de que son ignorados. Experimentan sensación de pérdida de control, falta de confianza en uno mismo y desconfianza con relación a otras personas. Tienen terror a ser arrastrados por sus emociones y practican el autocastigo.

El TLP es un trastorno de inestabilidad emocional. Un caos emocional continuo donde la persona piensa de una forma, siente de otra y se comporta de otra, todas ellas diferentes.

No saben cómo son, qué es lo que quieren, por qué se comportan de formas contrarias a sus verdaderos deseos e inquietudes y sobre todo, cómo poder evitarlo.

Se trata de un trastorno muy incapacitante y de difícil comprensión, tanto para los allegados como para ellos mismos. Viven con un sentimiento de desesperación y soledad gran parte de su tiempo, se suelen sentir faltas de cariño, inútiles, y muchas veces buscan a personas que puedan hacerles sentir bien o, en otras palabras, rescatarles.

Tienen grandes dificultades para relacionarse de forma correcta con las personas significativas de su entorno. Tienden a idealizar a quienes se ocupan de ellos para posteriormente devaluarlos cuando se sienten decepcionados. El problema es que se sienten decepcionados con muchísima facilidad y ni ellos mismos comprenden el motivo.

En el trastorno límite, la persona puede saber de antemano que beber alcohol, comer de forma compulsiva, hacerse cortes, empezar una nueva relación sin apenas conocer a la persona, etc., etc., puede ser perjudicial para ella y aun así, se encuentra repitiendo el mismo patrón una y otra vez. El problema es que recurrir a este tipo de evasiones, conductas compensatorias, desvíos de atención o entretenimientos suele multiplicar el malestar, complicar el pronóstico y llevar a la persona a una especie de callejón sin salida.

Caso de un paciente borderline y su mujer: Cuando él está “bien”, ella es más crítica, exigente e inflexible. Él, cuando ya no soporta la presión y quiere que acabe ese trato, se pone agresivo. Cuando esto ocurre, la mujer cambia la forma de actuar de forma radical, se vuelve cariñosa, atenta, comprensiva, flexible y complaciente.

Paradójicamente, la automutilación, las conductas compulsivas, abusivas o autodestructivas, llevan a un sentimiento temporal de calma e incluso euforia, a pesar de que posteriormente tengan el efecto opuesto y generen malestar y culpabilidad.

Las personas con trastorno límite de la personalidad tienen gran dificultad para observar los límites personales propios y los de las demás personas. La mente de estas personas, a nivel emotivo, es tan vulnerable como la de los niños. Se sienten muy frágiles y vulnerables y tanto ellos, como sus allegados, se dan cuenta de que ser expuestos a las expectativas que les toca vivir como adultos, provoca en ellos reacciones intensas y desproporcionadas ante situaciones o detalles que pasarían desapercibidos para otras personas.

Las personas con trastorno límite de la personalidad son como personas con quemaduras por todo el cuerpo, que al mínimo roce sienten un dolor inmenso. Esta vulnerabilidad hace que se apeguen a un ser querido y lo vean como una extensión de sí mismos. En esos momentos, la persona elegida deja de tener derechos; es, simplemente, un ser que responde a sus necesidades y les puede incluso molestar que esa persona tenga vida aparte, intimidad, independencia, otras responsabilidades. Es como si no supiesen quiénes son, dónde empiezan o terminan y dónde empiezan o terminan los demás. Esto está asociado en parte a carencias afectivas en el desarrollo evolutivo de los niños.

La falta de límites crea desconcierto y complica la vida de las personas con trastorno límite. Los límites físicos determinan a qué distancia se pueden acercar los demás sin que nos sintamos incómodos, y quiénes nos pueden tocar, y cómo y en qué situaciones. Los límites mentales permiten expresar los pensamientos y opiniones libremente, pero respetando los de los demás. Los límites emocionales ayudan a manejar las emociones y no ser arrastrados por las emociones de los demás.

En lugar de buscar soluciones y centrarse en las cosas que pueden funcionar o han funcionado con anterioridad, buscan personas o cosas para satisfacer sus necesidades. Se aferran a cualquier cosa o persona que crean dispuesta y capaz de proporcionar esto. Creen que no son capaces de evitarlo. El poder de decisión, de elección personal, casi desaparece. Tienden a coger lo más cercano en el ambiente y aferrarse a ello en momentos de necesidad: abuso de sustancias, un encuentro sexual con una o varias personas que acaba de conocer, marcharse con un grupo de desconocidos, darse un atracón de comida, etc.

La confusión de identidad es una sensación subjetiva de incertidumbre, perplejidad o conflicto en la percepción del propio yo. Implica la dificultad de comprenderse y los sentimientos de infelicidad que resultan de la lucha interna. Frenado por una falta de autoconocimiento, unos límites personales débiles y ningún conjunto coherente de creencias básicas ni convicciones morales, la persona siente reverberar constantemente en su interior la angustiada pregunta de “¿Quién soy?”.

Muchos de los pensamientos negativos que tienen las personas con trastorno límite acerca de ellos mismos tienen que ver con la información que reciben. Si nos remontamos al cuento de “El patito feo”, recordaremos que el patito se consideraba feo porque era diferente a los demás, y los seres de su entorno se encargaban de recordárselo una y otra vez. El patito acabó escapando de todos los sitios y aislándose convencido de que era un ser horrible. Cuál fue su sorpresa cuando observó que su propio reflejo en el agua era igual que el de los animales más bonitos que había visto en su vida: los cisnes.

En la persona con TLP hay una tendencia a ver lo malo de lo bueno. Con lo cual, es prácticamente imposible ver lo bueno de lo malo. Les es casi imposible ver lo positivo de ellos mismos, ¿cómo van a plantear la posibilidad de sacar algo positivo de lo negativo?

A las personas con este trastorno les cuesta mucho pedir ayuda, su forma de hacerlo suele causar rechazo por parte de los demás porque no entienden qué es lo que quiere y se desesperan.

Ejemplo de comunicación entre una madre y una paciente:

Madre: “Siempre recurre a mí cuando se intenta matar” (con sarcasmo e ironía)

Paciente: ”No te preocupes, la siguiente vez no acudiré a ti, si tanto de molesta”

Después de esta pequeña divagación sigo con lo que pretendía transmitir en un principio. Hay varias posibles interferencias en este caso:

El estilo cognitivo de los borderlines incluye un desequilibrio en la atención a los detalles; una reducida habilidad para procesar la información que incluye el registro, la integración y la resolución de problemas; una tendencia a llegar a conclusiones erróneas derivadas de un procesamiento de información incompleto y distorsionado; problemas de memoria selectiva relacionados a amnesias parciales, distorsiones del contenido de los recuerdos y amplios lapsus de memoria de periodos enteros, especialmente de la niñez, diseminados con ocasionales fragmentos intrusivos de recuerdos traumáticos que no pueden ser olvidados.

La tendencia que tienen estas personas a ver las cosas en términos de todo o nada, blanco o negro, bueno o malo, etc, es lo que se denomina pensamiento dicotómico. Es curioso, porque las personas que llevan tratamiento, están “contaminadas” y suelen hablar con términos técnicos y muchos hacen comentarios del tipo “tengo pensamientos dicotómicos”, pero lo curioso es que no consiguen saber en qué momento piensan de esa forma. Es inconsciente, un mecanismo de defensa.

Una mujer le dice a su marido borderline en la sala de espera del médico: “Cariño, yo me tengo que marchar a trabajar pero si quieres llamo a tu madre para que espere contigo y te haga compañía mientras esperas”. El marido interpreta esto como una falta de confianza absoluta hacia él, y le dice a su mujer que haga lo que quiera al mismo tiempo que está pensando “te odio, no te aguanto más, cuando llegue a casa voy a hacer las maletas y me largo”. Otro ejemplo: Durante una sesión de grupo, y al proponer que cada persona se fijase un objetivo que pensaban que pudiesen realizar para comentar durante la siguiente sesión, ocurrió lo siguiente: Una de las participantes del grupo se propuso adelgazar. Sin entrar en “eso es imposible, piensa en algo más realista” le dije lo siguiente: sé que tienes facilidad para perder peso cuando te lo propones (ya lo había intentado en otras ocasiones) pero, ¿puedes hacerlo en dos semanas? Ella se quedó callada y después de un rato dijo “es cierto, no puedo. Pues no se me ocurre ningún objetivo que pueda cumplir”. Al plantearle la posibilidad de empezar a comer más sano, sintió alivio, porque la idea era la misma pero con diferente planteamiento. Otra participante, que suele sentir que “no aporta nada al grupo, que todos son tan inteligentes y hablan tan bien”, no sabía qué se podía proponer. Una compañera (que suele estar muy atenta a todos los comentarios de sus compañeros) le dijo “para la siguiente vez, pensar que no eres inútil en el grupo” y ella respondió “me parece mucho más fácil empezar a adelgazar que cambiar mi forma de pensar, no creo que sea capaz de hacer eso”. Le propuse que pensase una sola cosa que ella aporta al grupo. Se quedó mucho más tranquila y dijo que eso sí lo podría intentar.

Lo que intento transmitir es que sin apoyo estas personas tienden a pensar de forma tan extrema que les cuesta llegar a acuerdos o imaginarse situaciones intermedias. Sin embargo es posible que lo aprendan con la práctica. Creo que es un proceso en verdad lento que se trabaja durante la terapia, de esta forma acaba dando su fruto y no frustra a los pacientes.

“Normalmente, cuando tengo dudas acerca de que algo esté sucediendo realmente, ataco a la otra persona. Si se pone nerviosa, llora o grita, es inocente. Si se queda tal cual, es culpable y llega el caos y la desconfianza”

“Cuando no estoy segura de lo que siente la otra persona ante un comentario o algo que hago, me pongo nerviosa, me siento insegura, estúpida e inútil. Cuando esto ocurre, yo ataco. Al observar su reacción puedo saber lo que está sintiendo”

La identificación proyectiva es un mecanismo de defensa que el paciente realiza para intentar separarse o deshacerse de una parte de sí mismo que no quiere y atribuírsela a otra persona.

Ejemplos:

1) – Un paciente que siempre piensa que todo gira en torno a él y que es un egoísta por ello, le dice al terapeuta: ¿Y tú eres un psicólogo? Lo que eres es un engreído que se cree que sabe más que los demás. No sé cómo puedo estar aquí perdiendo el tiempo con tus memeces. (Es decir: no sé cómo puedes estar aquí perdiendo el tiempo con alguien como yo y escuchando tantas tonterías)

2) – Después de declarar su amor a la terapeuta y ante una cara de sorpresa e incomodidad que muestra, el paciente dice: “No creo que nadie pudiese fijarse en ti. Lo único que haces es estar ahí sentada diciendo chorradas que se supone que funcionan”. (Es decir: No sé cómo se me ocurre decir eso, en qué estaría pensando. ¿Cómo he podido creer que alguien como ella se fijaría en mí?)

3) – Un paciente le pide un trato especial al terapeuta. El terapeuta le explica que no puede ser. El paciente dice: “No te enteras de nada. ¿Quién querría tu ayuda? Te crees superior a los demás”. (Es decir: No me da un trato especial porque no le importo. Me empeño en recibir un trato especial cuando soy inferior a todos los demás)

4) – Una paciente que no soporta estar sola y una y otra vez se involucra en relaciones que acaban mal por lo absorbente que es, dice: “Todos los hombres son unos cerdos. Debería darme cuenta al principio de que todos serán iguales” (Es decir: No soy capaz de tener una relación con un hombre, hay algo en mí que falla y ellos se acaban dando cuenta)

Este tipo de respuestas surgen cuando el paciente se siente incómodo o estúpido por algún pensamiento que acaba de hacer y, en especial, cuando siente o percibe que este comentario le ha molestado o parecido “igual de estúpido” al terapeuta. Si el terapeuta no se incomoda con el comentario inicial y responde con naturalidad, es muy raro que el paciente reaccione de esta forma. Si el paciente no se siente juzgado, rechazado o ignorado, no tiene de qué defenderse. Los borderlines se defienden atacando, pero la mayoría de ellos son muy respetuosos. En realidad tienden a ser muy críticos, pero con ellos mismos.

“Deseo seguir escribiendo porque siento que me ahogo y que me quedo sin fuerzas. Hace tiempo que no tengo ilusiones. Mi vida es un círculo, una pesadilla interminable, me junto y me separo, me vuelvo a juntar pensando que puedo creer y confiar en alguien, que he encontrado el amor y que me respetan y otra vez fracaso. Estoy cansada, no puedo más, eso sí que no lo entiendo, ¿por qué les hago sufrir y me hacen sufrir? ¡Que alguien me diga algo porque me vuelvo loca! Me siento al borde de la locura, sé que soy muy cariñosa y que lo doy todo, pero este sufrimiento me transforma y me provoca tanto odio y agresividad que, si me la guardo toda, me ahogo y me da la sensación de que me voy a volver loca. No sé cómo controlar mi ansiedad, mi dolor, mi odio; sólo sé que ya no creo en nada ni en nadie, sólo tengo pesadillas y mucho miedo, me siento continuamente en peligro y amenazada. Me siento amenazada todos los días por gente que forma parte de mi vida y no logro entender por qué, si me quieren tanto, me han perdido el respeto o me utilizan… No entiendo por qué no puedo confiar en ningún hombre, sólo piensan en tener relaciones sexuales conmigo, me siento como un objeto. Estoy frustrada, dolida, estoy quemada, en mi interior soy una vieja. ¿Adónde voy así? ¿Con quién? ¿Para qué? No vale la pena tanto dolor. Tengo miedo de mí, mucho miedo porque sé que un día voy a cometer una locura. Voy a seguir escribiendo, si no voy a cortarme otra vez o matarme… Mi pareja sigue rara conmigo y no sé qué hacer, ¿y si se va y me deja?, me siento tan impotente, y no soporto que me ignoren, no sé qué hacer, de verdad que no soporto que me ignoren, necesito más, mucho más y no lo tengo. Nada puede llenar este vacío que siento. Deseo marcharme y no puedo, no puedo hacer nada. No puedo soportar este tipo de vida, por lo menos cuando me drogaba me sentía más viva, aunque ese mundo no fuera real, ahora me siento vacía y sin nadie. Deseo mandar todo a la mierda y no puedo… Deseo la pasión de nuevo en mi vida y sólo la tenía cuando hacía locuras. En la vida real sólo tengo mierda, prefiero estar dentro de la mierda pero poder soñar, ¿por qué tengo que escoger entre ser una amargada o viva la vida, droga, alcohol, sexo y cuando muera, muero y ya esta?”
29 años.

“Siento que todos van a juzgarme todo el tiempo por todo lo que hago y lo que no hago. ¿Quién soportaría esta presión? Me zambullo en mi vacío interior y encuentro la excusa perfecta para hacer jirones con mi piel”
26 años

“Pienso que todas las personas que se han alejado de mí es porque simplemente habrán acabado dándose cuenta de lo rara y loca que soy y estoy y quizá sea lo mejor que han podido hacer por ellos mismos, alejarse de alguien como yo… Así que en el fondo, tampoco les culpo ni nada así por ello, casi hasta… les comprendo de veras, pero me pone triste, porque desearía ser distinta, y quizá así no habrían tenido que alejarse de mí”
24 años.

“Es tan complicada la situación en que me encuentro que parece que nada ni nadie me sirve de ayuda.”
33 años.

“Nunca sé cuánto aguantaré. Querría despertarme un día y ser otra persona. O que alguien viera a través de mis ojos este mundo que parece querer devorar el alma, llevárselo todo”
20 años.

“No se puede empezar una casa por el tejado, hay que empezar por los cimientos. ¿Qué se puede hacer con una que ni eso tiene? Una persona persona sin base, sin nada, con odio hacia sí misma. Una persona que bajo la máscara no es persona realmente. Una persona que busca la perfección sin saber cómo ni dónde y teniendo consciencia de que no existe”
19 años.

“Siento tristeza, vacío, soledad incluso estando con otras personas, sensación de que realmente no valgo para nada, que yo no me quiero en absoluto, así que los demás acabarán dándose cuenta de esto también y se alejarán de mí tarde o temprano. He pensado y pienso en el suicidio; creo que estaría mejor muerta.”
24 años.

<<Me siento como cuando te devuelven un examen corregido. Es entonces cuando te das cuenta de los fallos y lo ves todo clarísimo>>.

El trastorno límite de personalidad se diagnostica sobre la base de una evaluación psicológica. El proveedor de atención médica valorará los antecedentes y gravedad de los síntomas de la persona.

La psicoterapia individual puede tratar eficazmente este tipo de trastorno. Los medicamentos tienen un papel menor en el tratamiento de este trastorno.

Las perspectivas del tratamiento dependen de la gravedad de la afección y de si la persona está dispuesta a aceptar ayuda. Con la psicoterapia a largo plazo, la persona a menudo se mejora gradualmente.

Laborissmo seguirá informando …